Una clásica comedia musical sobre el amor, y no sólo.
El estilo, la estética, es la hollywoodiana de la comedia musical, que tanto han producido los estadounidenses a lo largo de todos los tiempos.
Y de eso son amos y señores, con films que forman la antología del género.
Seguramente La La Land, pasará a formar parte de esa historia del musical porque desde ese punto de vista es excelente, diría espectacular.
Las coreografías son asombrosamente bellas, ya desde el largo plano secuencia del inicio, extraordinario, en una autopista atascada, que arrastra fuera de sus vehículos a bailarines desenfrenados, que cantan y sus saltos “vuelan” entre los autos, con un virtuosismo magnético.
También el dueto entre los dos magníficos protagonistas, es de gran belleza, forma y sincronía.
La música, preponderantemente Jazz, es deliciosa por cierto.
El ritmo musical y cuanto sea referido a la técnica cinematográfica, es de un cuidado inobjetable: fotografía, encuadres, composición, escenografías.
El tema, argumento, tiene como base principal el amor, pero no sólo.
Hace un tiempo un amigo actor-escritor me preguntó que elegiría yo entre el amor y el arte en caso de una encrucijada.
Le respondí que el amor, cosa con la que él coincidió.
Bueno, si los personajes de este film (Mia y Sebastián), al estilo Woody Allen, hubieran bajado de la pantalla y me hubieran preguntado lo mismo que mi amigo (hubieran tenido la misma respuesta!), el final del film hubiera sido el the end tradicional del género romántico.
Pero como ellos son ficción y yo soy realidad, el concierto entre realidad y ficción no se produjo y la película tuvo el desenlace que tuvo. (Cosa que me reservo prudentemente de contar)
Pero aparte del conflicto amoroso, el film muestra también la lucha por llevar adelante una vocación, y las dudas existenciales que se deben enfrentar para defenderla, si es verdaderamente una pasión.
Podría decir que la importancia del film no pasa por la originalidad del conflicto y que en vez, su merito pasa por la danza, por la música, por el arte de combinar imágenes, y muy especialmente por la performance de los dos protagonistas.
Emma Stone, impagable por su carisma, con un ángel inigualable y con una verdad que deleita. Transita el personaje con una fluidez y comodidad admirables. Actúa, canta y baila en modo excelso. Maravillosa!
Ryan Gosling, igualmente excelente, con gran histrionismo y calidad como músico, como bailarín y como actor. Magnifico!
Ambos sobresalientes. Ellos, la coreografía, la fotografía, el montaje, y la dirección de Damien Chazelle (de solo 31 años), hacen que el film sea merecedor de los premios ya obtenidos: 7 Golden Globes, 1 Coppa Volpi,
1 London Awards, y que sea candidato a 14 Oscars para la próxima edición.
El eterno retorno nietzscheano si realiza aquí, y el cine nos devuelve el antiguo musical. Claro que, con una visión modernizada, en una época en que la técnica desafía la artesanal creatividad humana.
Lo importante es, como sostenía Walter Benjamín, que el aura de la obra original sobreviva. Sobrevive si emociona, si mueve sentimientos, si hace reflexionar, y aquí el film entretiene, sorprende y emociona. No es poco.
michelangelotarditti@gmail.com
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