alejazz
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mercoledì 9 gennaio 2019
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il fantasy incontra una storia noir
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Siamo a Baltimora negli anni ’60. L’America è nel fiore dello sviluppo post bellico e la ricerca insegue con affanno sempre nuovi obiettivi. In un Centro di Ricerca lavora Ellis, un’addetta alle pulizie muta ma molto intelligente e soprattutto audace e non affatto timorosa.
Al Centro arriva una nuova misteriosa creatura: un anfibio con le sembianze di un umano.
Ellis ne scopre l’esistenza e…se ne innamora.
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Siamo a Baltimora negli anni ’60. L’America è nel fiore dello sviluppo post bellico e la ricerca insegue con affanno sempre nuovi obiettivi. In un Centro di Ricerca lavora Ellis, un’addetta alle pulizie muta ma molto intelligente e soprattutto audace e non affatto timorosa.
Al Centro arriva una nuova misteriosa creatura: un anfibio con le sembianze di un umano.
Ellis ne scopre l’esistenza e…se ne innamora. La creatura riesce sin da subito a comunicare con lei ed Ellis si apre trasmettendo tutte le sue emozioni e sentimenti.
La forma dell’acqua è un film che si intreccia tra il fantasy, il drammatico e un cenno minimo di horror (alcune scene sono fortemente macabre).
Detto ciò rivela un bel finale e ci fa capire la difficile integrazione con la società di persone con disabilità come l’essere muti. La difficile integrazione invece si contrappone fortemente con una semplicissima comunicazione con delle creature che apprendono subito il tipo di comunicazione.
Cosa mi è piaciuto:
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effetti speciali
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trama
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finale
Cosa non mi è piaciuto:
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scene macabre e violente
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fotografia spesso buia
Consigliata la visione a adulti e VM 16
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rmarci 05
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martedì 18 giugno 2019
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un film originale e suggestivo, ma troppo furbo
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Guillermo Del Toro, dopo essersi approcciato al cinema commerciale hollywoodiano, decide di terminare la sua corsa all'Oscar realizzando un film molto (forse troppo) furbo, che punta al successo di pubblico e critica con una delle tematiche predilette dal cinema contemporaneo "politicaly correct", ovvero la discriminazione razziale: il regista, fortunatamente, rielabora il tema della diversità in modo ammirevole ed originale, rimanendo coerente con la sua personalissima poetica secondo cui l'apparenza, in questo caso mostruosa, inganna, e cela invece un'incredibilie sensibilità ormai difficile da scovare persino nell'essere umano. I protagonisti, interpretati magnificamente da tutti gli attori, possiedono una caratteristica (sordità, omosessualità ecc.
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Guillermo Del Toro, dopo essersi approcciato al cinema commerciale hollywoodiano, decide di terminare la sua corsa all'Oscar realizzando un film molto (forse troppo) furbo, che punta al successo di pubblico e critica con una delle tematiche predilette dal cinema contemporaneo "politicaly correct", ovvero la discriminazione razziale: il regista, fortunatamente, rielabora il tema della diversità in modo ammirevole ed originale, rimanendo coerente con la sua personalissima poetica secondo cui l'apparenza, in questo caso mostruosa, inganna, e cela invece un'incredibilie sensibilità ormai difficile da scovare persino nell'essere umano. I protagonisti, interpretati magnificamente da tutti gli attori, possiedono una caratteristica (sordità, omosessualità ecc.) che li isola drammaticamente dal resto del mondo ritenuto "normale", ma sotto cui si nascondono una cattiveria ed una violenza insospettabili. Quest'ultimo aspetto è accentuato dal periodo storico in cui Del Toro sceglie di ambientare le vicende, ovvero durante la Guerra Fredda, un periodo di grandi tensioni sociali e politiche in cui l'Unione Sovietica e gli Stati Uniti si contendono la supremazia attraverso il possesso di informazioni e di armi dalla preoccupante potenza distruttiva. Le ambientazioni ed i costumi immergono perfettamente lo spettatore nell'America degli anni '60, che viene suggestionato, inoltre, dall'affascinante fotografia unita alla musicalità della colonna sonora. In conclusione, un film più che buono, ma innegabilmente troppo furbo e, soprattutto nel finale, buonista e consolatorio. Un altro aspetto che mi ha leggermente infastidito è la violenza gratuita. 3,5 stelle su 5.
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miguelangeltarditti
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lunedì 19 febbraio 2018
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un racconto romantico
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Podriamos decir que su gènero es un cuento romántico con enorme humanidad?
Una espléndida parábola, que nos lleva curiosamente desde un mundo fantástico, irreal, al mundo cotidiano de lo real, donde la moraleja pasa por demostrarnos que el amor jamás mira con ojos críticos las diferencias, y sí con los ojos de un alma ansiosa de reconocimiento, de aceptación aún en las formas màs difíciles, como las que metafóricamente el agua inestable puede brindar. La inestabilidad de la forma del agua, y lo incontenible de su recorrido, forman también otra metáfora de la no forma del amor y de los caprichos de sus formas. Ella, Elisa, que no tiene el don de la palabra, y él, el hombre anfibio creado en laboratorio, que no tiene la forma del hombre común, pueden en su diversidad, llevar adelante un amor ejemplar, por sentirse completados, amados, ayudados, solidarizados con el otro, por sentir la aceptación de las propias falencias, (¿imperfecciones?) por parte del otro.
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Podriamos decir que su gènero es un cuento romántico con enorme humanidad?
Una espléndida parábola, que nos lleva curiosamente desde un mundo fantástico, irreal, al mundo cotidiano de lo real, donde la moraleja pasa por demostrarnos que el amor jamás mira con ojos críticos las diferencias, y sí con los ojos de un alma ansiosa de reconocimiento, de aceptación aún en las formas màs difíciles, como las que metafóricamente el agua inestable puede brindar. La inestabilidad de la forma del agua, y lo incontenible de su recorrido, forman también otra metáfora de la no forma del amor y de los caprichos de sus formas. Ella, Elisa, que no tiene el don de la palabra, y él, el hombre anfibio creado en laboratorio, que no tiene la forma del hombre común, pueden en su diversidad, llevar adelante un amor ejemplar, por sentirse completados, amados, ayudados, solidarizados con el otro, por sentir la aceptación de las propias falencias, (¿imperfecciones?) por parte del otro. Digamos diversidades que están solo en la forma externa. Que dentro, en la profundidad del ser, está el sentir, que es el verdadero objeto de ese amor y de su contención. Está, la verdadera humanidad.
El film de Guillermo del Toro es merecedor del premio mayor de la Academia, porque reúne todas las condiciones para ser rotulado como inteligente, perfecto y de contenido ejemplificador. El amor sobre las formas, el amor que no excluye, el amor que contiene, el amor que es solidario, el amor que completa, el amor que pasa a ser razón de la existencia de dos. El lenguaje cinematográfico de The shape of water, es el de lenguaje fantástico como decía más arriba, pero tiene ese don de catapultarnos en lo cotidiano de nuestro padecer.
Un complot ruso-americano, con la corrupción del espionaje durante la guerra fría, un barman racista y homófobo, una amistad entre dos seres frágiles que se sostienen, una conducta hipócrita y cruel del malo de la película, un ambiente inquietante y lúgubre de ese laboratorio subterráneo, crean el marco y las condiciones, que contrastan con la felicidad y luminosidad del amor entre esos dos seres que no tienen la posibilidad de la palabra comunicante, que será sustituida por la necesidad existencial de ser aceptados, de ser reconocidos.
La realización del film, en todos sus rubros: cámara, fotografía, encuadres, iluminación, ritmo, locaciones, atmosferas de suspenso y tensión, violencia, como de calidez, ternura y romanticismo, son excelentes. El guion es interesantísimo, tanto en desarrollo como en diálogos. ¡Un magnífico trabajo de dirección del mejicano Guillermo del Toro!
¿Qué decir de los actores?¿Cuáles adjetivos usar si son más que magníficos? Todos.
Sally Hawkins, su Elisa, privada de palabras espléndida en expresividad y talento. Michael Shannon (II), en su Strickman maldito, “deleita” con su despotismo y crueldad. Richard Jenkins, Giles amigo y sostén de Elisa es de una simpatía arrolladora, brillante. Doug Jones, el hombre anfibio, transmite una enorme humanidad bajo su “forma” inhumana. Michael Stuhlbarg, el científico que se enamora de su obra no es de menor humanidad Octavia Spenser, la amiga de color, Zelda, con una expresividad que subyuga Nick Searcy, el general ruso Hoyt de autoridad y dureza perfecta.
“La forma del agua”, reúne todos los méritos para ser la película premiada porque sus distintos rubros lo merecen. Reconocer que la “diversidad” puede mutarse en “unidad”, no es solo una ponderación al film, es sobre todo un reconocimiento a su contenido, que amalgama las diferencias, exaltando la fuerza del amor por sobre las formas. Aún sobre las formas incontenibles del agua. Todo fluye como el río que cambia, decía Heráclito, y el auspicio es que ese cambio sea propio el de la forma, que si bien estable y rígida como norma, en cuanto concierne a la forma humana, debe ser fluida y cambiante, acomodada y a medida de cada uno de los seres que pululan este universo multiforme.
michelangelotarditti@gmail.com “De norte a sur” (miami) “Desde el pie” (Argentina-Uruguay)
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carloalberto
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martedì 20 febbraio 2018
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il favoloso mondo di elisa
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Il film ricorda, per atmosfere e sensazioni visive, Il favoloso mondo di Amélie di Jean-Pierre Jeunet. Onirica e ironica favola con rinvii cinefili, in particolare al Mostro della laguna nera di Jack Arnold ed in generale al topos della bella e la bestia, declinato nel cinema più volte, dagli omonimi film di animazione e non ai film su King Kong. Visionario e poetico piccolo capolavoro di Guillermo del Toro, giustamente premiato a Venezia, rammenta che l’acqua, simbolo della vita, non ha una forma predefinita, ma assume di volta in volta quella più opportuna rispetto al contesto, veicolando un messaggio che va oltre il politicamente corretto.
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francesca meneghetti
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mercoledì 21 febbraio 2018
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nero o gay, sempre "mostro" è: dunque amico
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Le prime immagini (oggetti galleggianti nell’acqua, ma in una stanza) ricordano certi quadri surrealisti di Dalì o Magritte. Portano con sé due indizi: un’intenzione non realistica del regista, e l’enfasi posta sull’acqua, che sarà in effetti uno dei fili rossi della storia (assieme alle uova: entrambi simboli di vita).
Segue una sequenza di ambientazione, apparentemente realistica. Siamo in un monolocale piuttosto cupo, anche se “riscaldato” dall’abbondanza del legno nell’arredo, in cui vive sola la protagonista: Eliza, una giovane muta (ma non sorda) che ricorda un po’ l’Amelie persa nel suo mondo favoloso.
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Le prime immagini (oggetti galleggianti nell’acqua, ma in una stanza) ricordano certi quadri surrealisti di Dalì o Magritte. Portano con sé due indizi: un’intenzione non realistica del regista, e l’enfasi posta sull’acqua, che sarà in effetti uno dei fili rossi della storia (assieme alle uova: entrambi simboli di vita).
Segue una sequenza di ambientazione, apparentemente realistica. Siamo in un monolocale piuttosto cupo, anche se “riscaldato” dall’abbondanza del legno nell’arredo, in cui vive sola la protagonista: Eliza, una giovane muta (ma non sorda) che ricorda un po’ l’Amelie persa nel suo mondo favoloso. Eliza è metodica: al suono della sveglia, si leva dal canapè su cui dorme (non avendo letto), cuoce le uova, fa il bagno in vasca, spazzola le scarpe. Prima di andare al lavoro, porta un piatto al suo vicino, un pittore omosessuale, fallito, trasandato e solo, che vive tra quadri mai venduti, gatti, musica e TV (apparecchi rigorosamente in legno, e segnali del tempo: siamo negli anni ’50).
Eliza fa pulizie, in coppia con l’estroversa Zelda, amica di lunga data, generosa donna nera. Lavorano in un laboratorio sotterraneo e cupo, reso con un sonoro sempre sopra le righe e con colori freddi, verdastri. Fino a che non irrompe violentemente il rosso sangue (sarà in scena più volte: le persone sensibili sono avvisate): il cattivo della storia, che più cattivo non si può (tipizzato fino alla caricatura, specie nel suo divorare assiduamente pasticche di ogni tipo), è stato aggredito e ferito da una specie di uomo-pesce, arrivato segretamente dall’Amazzonia (dove era considerato un dio) e tenuto in cattività. E’ nel mirino della CIA e del KGB, perché gli anni ’50 sono il clou della Guerra fredda. E qui si apre anche una spy story.
Ma quello che per gli uomini di potere è un mostro pericoloso con le squame e gli artigli, per Eliza è solo una creatura sola e abbandonata, come lei, essendo cresciuta in brefotrofio. Le persone emarginate si annusano e si riconoscono subito: e spesso si aiutano per soddisfare i bisogni primari e fisici (la fame, soddisfatta, nel caso del “mostro” dalle uova sode di Eliza) e anche quelli spirituali (l’armonia della musica, l’amicizia, l’amore).
La mostruosità di superficie è solo un’altra forma di diversità, come avere la pelle nera, essere gay o povero, non poter parlare. Ed è così che la muta, la nera, il gay stringono una catena solidale, nel tentativo di ridare libertà all’uomo-pesce, riportandolo nell’Oceano. Ma non avremo un finale lieto e rassicurante come nella favola della Bella e la Bestia…
Il film ha un ritmo serrato, è avvincente, seduce per le atmosfere degli interni, stile anni ’50, e per il messaggio etico di cui è portatore: pietas, solidarietà e amore che sconfiggono, almeno in parte, l’ambizione sfrenata, la logica del potere, la violenza e il sadismo.
Resta difficile ricondurlo a uno o più generi definiti: vive, anzi, della contaminazione di generi e non disdegna gli effetti forti (il sangue, le torture, un sonoro che fa spesso sobbalzare sulla poltrona). Ma questi che potrebbero apparire dei difetti per alcuni spettatori, per sovraccarico di segnali, per altri possono risultare funzionali al messaggio. Grande interpretazione degli attori, specie di Sally Hawkins e Octavia Spencer.
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(di ivanleone)
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alessiocodi
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venerdì 23 febbraio 2018
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particolare ma...
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Il film si presenta come una pellicola originale e particolare ma il film detto molto semplicemente non è bellissimo, difficile che possa concorrere nella vittoria della statuetta per miglior film. La ragione è importante ma anche molto semplice, è un film che non decolla mai, a tratti noiosello e senza un vero colpo di scena, tutto si svolge in maniera piatta. Non mancano comunque i momenti di emozione. Pur non essendo bellissimo da comunque un insegnamento che spetta allo spettatore captare. Credo che delle 13 candidature un 4/5 possano essere portate a casa, tra cui miglior fotografia (colori spettacolari), miglior sceneggiatura e miglior attrice protagonista alla straordinaria Elisa Esposito.
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Il film si presenta come una pellicola originale e particolare ma il film detto molto semplicemente non è bellissimo, difficile che possa concorrere nella vittoria della statuetta per miglior film. La ragione è importante ma anche molto semplice, è un film che non decolla mai, a tratti noiosello e senza un vero colpo di scena, tutto si svolge in maniera piatta. Non mancano comunque i momenti di emozione. Pur non essendo bellissimo da comunque un insegnamento che spetta allo spettatore captare. Credo che delle 13 candidature un 4/5 possano essere portate a casa, tra cui miglior fotografia (colori spettacolari), miglior sceneggiatura e miglior attrice protagonista alla straordinaria Elisa Esposito.
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zarar
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sabato 24 febbraio 2018
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una favola per grandi
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Baltimora, inizio anni ’60, clima di guerra fredda, un laboratorio scientifico governativo in cui si conducono esperimenti segreti. Uno di questi esperimenti riguarda uno strano essere anfibio catturato in una palude dell’Amazzonia (il regista si è confessato affascinato dal celebre mostro della Palude nera e questo personaggio ne è una filiazione…) un umanoide coperto di scaglie dalla testa ai piedi non privo di una sua strana bellezza.
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Baltimora, inizio anni ’60, clima di guerra fredda, un laboratorio scientifico governativo in cui si conducono esperimenti segreti. Uno di questi esperimenti riguarda uno strano essere anfibio catturato in una palude dell’Amazzonia (il regista si è confessato affascinato dal celebre mostro della Palude nera e questo personaggio ne è una filiazione…) un umanoide coperto di scaglie dalla testa ai piedi non privo di una sua strana bellezza. L’intento dei cattivissimi militari e scienziati che dirigono l’esperimento è quello di spedire l’essere nello spazio; nel frattempo lo tengono incatenato in un tank pieno d’acqua e cercano di dominarne i selvaggi tentativi di fuga. Da un'altra parte, i russi che hanno una spia nello stesso laboratorio lo vogliono morto. Una outcast, povera ragazza muta che fa le pulizie di notte nel laboratorio, prima si incuriosisce, poi compatisce, stringe amicizia e infine si innamora, ricambiata, della strana creatura. D’accordo con altri emarginati come lei, una compagna di lavoro di colore, un vicino omosessuale, lo scienziato russo spia diviso tra la fedeltà al suo paese e la sua umanità e amore per la ricerca, la timida Elisa riesce nell’impresa di far fuggire la creatura sottraendola a morte certa. La ragazza aspetta l’alta marea per restituire l’anfibio al suo mondo, ma è colta sul fatto nel momento culminante. Ma la favola non delude, e il dramma si scioglierà nell’oceano, in un mondo sommerso in cui come per miracolo anche Elisa troverà il suo elemento insieme al suo amato, un mondo ‘altro’ di silenzio, armonia e pace contro il fragore, la malvagità e la violenza che i nostri eroi si lasciano alle spalle. Il film è leggibilissimo nel suo trasparente messaggio contro la chiusura ottusa e il pregiudizio: i migliori, capaci di sentimenti ed amore, sono coloro che il mondo respinge ai margini, i diversi, i condannati al silenzio; i veri mostri sono gli altri. Il regista è abilissimo nel creare un’atmosfera livida e viscida, in ambienti freddi e minacciosi o squallidi nella loro banalità, in cui imperversano personaggi biechi a forti tinte destinati alla sconfitta come in ogni favola che si rispetti, mentre il futuro è per i disprezzati, siano essi gli ultimi della società o i cosiddetti ‘mostri’ di cui solo gli ultimi sanno vedere il cuore. Sally Hawkins disegna con particolare efficacia l’evoluzione di un’Elisa quasi inespressiva, piegata a una routine senza prospettive, chiusa nella sua bolla di silenzio, verso una donna intensa, capace di tutto per amore. Mediatrice di questo passaggio da un mondo distopico ad un modo armonioso è l’elemento acqua, che ha un ruolo importante nel film, molto ben giocato dal regista a partire dal titolo: anche Elisa viene presentata sin dall’inizio come una creatura in qualche modo anfibia, nel suo rapporto speciale con l’acqua (un’eco lontana di “Figli di un Dio minore”?) ed è l’acqua, che non ha forma ovvero prende tutte le forme possibili a seconda del contenitore pur restando se stessa, che la lega all’alieno così diverso e così uguale. Per apprezzare appieno questo film bisogna amare (e non è il mio caso) questo genere particolare a cavallo tra la favola per adulti, horror, realismo magico, parabola morale; ma bisogna riconoscere che la storia è ben narrata, l’ambientazione e i personaggi psicologicamente ben disegnati e perfettamente in ruolo. Infine la macchina da presa fa il suo mestiere, mantenendo alta la tensione e rendendo plausibile l’implausibile. Tre stelle e mezzo.
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piergiorgio
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sabato 10 marzo 2018
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il buco nell'acqua
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Un B movie fatto con un pò più di soldi. Che oscilla paurosamente tra eventi prevedibili e improbabili. Il laboratorio segretissimo sembra quasi la reception di un albergo ci passano tutti. I personaggi sono unidimensionali e senza sfaccettature. Non ci sono sorprese degne di nota e anche il mostro sembra solo un uomo travestito. Non basta la giusta condanna delle varie intolleranze. Lo Spielberg dei bei tempi andati quando trattava temi simili era un'altra cosa.
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camillalavazza
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sabato 17 marzo 2018
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cinema delle meraviglie
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La forma dell’acqua è un meraviglioso giocattolo vintage, un virtuosistico arabesco cinematografico simile ad un tappeto orientale, in cui il godimento consiste nello scoprire i particolari e i colori.
Veniamo innanzitutto catturati dalla scenografia e dalla raffinata predominante verde che si impone in ogni scena ed è impossibile non notare: il verde della creatura, della gelatina ritratta dall’amico pittore, del laboratorio e degli abiti, dell’auto nuova e della caramella succhiata dal colonnello Strickland (il bravissimo Michael Shannon) e, appunto come gustando una caramella, cerchiamo di far durare il più possibile il piacere della scoperta di questi minuti dettagli, in cui risiede la vera forza del film.
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La forma dell’acqua è un meraviglioso giocattolo vintage, un virtuosistico arabesco cinematografico simile ad un tappeto orientale, in cui il godimento consiste nello scoprire i particolari e i colori.
Veniamo innanzitutto catturati dalla scenografia e dalla raffinata predominante verde che si impone in ogni scena ed è impossibile non notare: il verde della creatura, della gelatina ritratta dall’amico pittore, del laboratorio e degli abiti, dell’auto nuova e della caramella succhiata dal colonnello Strickland (il bravissimo Michael Shannon) e, appunto come gustando una caramella, cerchiamo di far durare il più possibile il piacere della scoperta di questi minuti dettagli, in cui risiede la vera forza del film.
Poi ci sono le strizzate d’occhio ai cinefili, i riferimenti obbligati a Il mostro della laguna nera, i musical trasmessi dalla TV, perfino i passi di tip-tap; anche se l’origine di tutto sta forse in quel primordiale “cinema dei baracconi” che veniva proiettato nelle fiere agli albori della diffusione dell’invenzione dei Fratelli Lumière o anche prima, nello stupore suscitato dai mostri esibiti nelle fiere di paese (l’amico pittore ricorda di aver visto una sirena, che non era altro che una scimmia a cui avevano cucito una coda di pesce). Qui invece il mostro è “vero”, gli effetti speciali sono tanto perfetti da poter essere dimenticati, la tecnica si inchina al servizio dello spirito e trasforma l’essere anfibio da ripugnante in bellissimo.
È un film che va visto sul grande schermo per goderne appieno la bellezza visiva e, se ci fossero dubbi, è il regista stesso che ce lo suggerisce posizionando l’appartamento della protagonista letteralmente sopra una sontuosa sala cinematografica, da cui la divide solo il pavimento di assi, come una sottile e permeabile membrana.
Fin dall’inizio si capisce che non siamo davanti al classico film con il mostro “per tutta la famiglia”, la protagonista, Elisa, viene subito mostrata nella sua routine quotidiana che comprende, fuori fuoco, l’autoerotismo in immersione nella vasca da bagno. Del Toro ci tiene a disseminare il film di momenti disturbanti e spiazzanti, soprattutto nell’ultima parte, salvando il film dall’essere stucchevolmente politically correct.
Sally Hawkins riesce a rendere il personaggio senza rimanere intrappolata nel cliché dell’inserviente muta, la sua Elisa è forte e intelligente, ribelle e impavida, sotto l’abbigliamento punitivo cela un corpo fiorente e si rivela degna del semidio anfibio di cui si innamora. La sua forza sottopelle attrae in modo morboso perfino il crudele Strickland, caricatura dell’americano “alla Babbit”, così caparbio nel rifiutare di andare oltre l’apparenza, così terrorizzato dall’ammettere le proprie debolezze, da nascondere la cancrena alla dita con dosi sempre più massicce di antidolorifici.
Tutto intorno, un gruppo di ottimi attori a fare da spalla, da Octavia Spencer (Zelda) a Richard Jenkins (Gils) allo scienziato sensibile di Michael Stuhlbarg che completa l’opera di ribaltamento degli stereotipi (una spia russa simpatica in un film statunitense).
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federico1977
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lunedì 19 marzo 2018
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non è arte
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La forma dell’acqua; un film di quei film che ti vien desiderio di abbandonare durante la proiezione.
Tra falangi sparpagliate qua e là, scene di sesso estremo, gatti con la testa mozzata, parrucchini che vanno e vengono, scene di sparatorie, nudi integrali e torture fisiche, si snoda una “storia d’amore” tra una bravissima Sally Hawkins ed un lucertolone molto virile e facilmente addomesticabile, incline al sesso, umanoide, divoratore di uova sode, contornata da altri personaggi quali un michael shannon che nel corso del film acquista sempre più ridicolezza, una simpatica ma familiarmente insoddisfatta octavia spencer, ed un artista omosessuale e nevrotico interpretato da richard jenkins, collezionista di torte fresche; tutti malati di solitudine esistenziale.
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La forma dell’acqua; un film di quei film che ti vien desiderio di abbandonare durante la proiezione.
Tra falangi sparpagliate qua e là, scene di sesso estremo, gatti con la testa mozzata, parrucchini che vanno e vengono, scene di sparatorie, nudi integrali e torture fisiche, si snoda una “storia d’amore” tra una bravissima Sally Hawkins ed un lucertolone molto virile e facilmente addomesticabile, incline al sesso, umanoide, divoratore di uova sode, contornata da altri personaggi quali un michael shannon che nel corso del film acquista sempre più ridicolezza, una simpatica ma familiarmente insoddisfatta octavia spencer, ed un artista omosessuale e nevrotico interpretato da richard jenkins, collezionista di torte fresche; tutti malati di solitudine esistenziale.
Il film è nato e cresciuto su un binario parallelo rispetto alla fiaba romantica che ogni spettatore si aspettava di vedere, di assaporare, in una sorta di “bella e la bestia” condita magicamente a regola d’arte; ci i è invece trovati davanti ad un film stupido, con gratuità di tutti i tipi, violenza, banalità e volgarità che non hanno fatto altro che offuscare quella vena romantica e sentimentale che è la storia tra i due personaggi originali.
Un piatto condito con ingredienti sbagliati che non hanno fatto altro che far rimpiangere quello che il film sarebbe potuto essere; premi vinti avendo inserito temi maltrattati quali l’accettazione della diversità ed altre tematiche pleonastiche, non nuove e assolutamente fuori luogo; pessimo prodotto che mi ha spinto, da subito, a chiedere il rimborso del biglietto.
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